Cuando era chiquito, además de Heráclito, me llamaban Kid Warrior (Niño Guerrero). Desafiaba constantemente a todos, en especial a mi amo. Un día le mordí la cara, lo encontré desprevenido y no lo pude evitar. Flor de reprimenda recibí.
Era bravo por fuera, pero blando por dentro. Pura espuma dirían los del barrio. Pero me defendía, bien que me defendía. Guardián hasta los tuétanos. A ver quién se animaba a entrar una noche, de luna llena, donde se viera algo por lo menos, porque como nunca tuve buen olfato, pasarían sin pedir permiso si no... Era guapo como pocos.
“Todo lo bueno viene en frasco chico. Y el veneno también."
Eso era yo, el mismísimo Yin-Yang. A veces bueno, a veces malo. A veces juguetón, otras malarriado. En ciertos momentos cariñoso y en otros "mejor ni te me acerques".
Y ya desde chiquitito aprendí la "ley de la variación" (o "del Ritmo"). Esta dice que nada permanece constante en el universo . Todo varía permanentemente. Por ejemplo, tomemos los días de la semana: Lunes, Martes, Miércoles, …. Nunca es siempre Lunes o siempre Domingo. Las estaciones del año: Primavera, Verano, Otoño, Invierno. La Frecuencia Cerebral varía constantemente, al igual que la Frecuencia Cardíaca. Los horas del día. Los minutos, los segundos. Todo tiene un ritmo, todo tiene un ciclo, y nada permanece constante.
Por eso desde ese día que la aprendí, la llevo conmigo a donde quiera que voy, está en mi sangre. Si algo "malo" me pasa, la recuerdo y me digo: "Todo pasa, todo pasa, tarde o temprano le va a tocar cambiar, tarde o temprano le va a tocar variar, y ahí voy a estar yo, esperando con los brazos abiertos, la hermosa brisa del cambio, del ritmo, de la majestuosa variación".
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