De este tema tenía ganas de hablar. Porque ni bien salí de la pancita de mi mamá, quise "comerme" el mundo entero. Ser el amo y señor de todos los perros. Que me admiren y me amen, al igual que los seres humanos. Que me amen por mi hermoso pelaje, por mi rapidez, por mi carisma, por mi inteligencia... resumiendo, por mi "perfección". De todas maneras, ¿a quién no le gusta ser amado?. El tema está en que yo quería que me amaran TODOS. Flor de anhelo... ¡es impojiiiible!
Ya dando mis primeros pasos me di cuenta que ese anhelo era inalcanzable: ser amado por todos por mi perfección. Guuaauuuu... suena a mucho, ¿no?. ¿Pero creen que desistí de él? ¿Aún sabiendo que era imposible? ¡No!
Terco como una mula seguí peleando por alcanzarlo. Día y noche me esforzaba por mejorar en todos los aspectos que podía. Me entrenaba en casa corriendo y forzando a mi físico a mejorar, milímetro por día. Hasta aprendí a hacer piruetas que me enseñaba Chano, recibiendo (más le valía) recompensa al hacerlas.
Ufffff... tantas cosas aprendí e hice, ni se imaginan lo que mejoré. ¿Y me sirvió para alcanzar mi anhelo? Por supuesto que no... pero... les dejo la siguiente frase para reflexionar:
"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar." Eduardo Galeano.
Creciendo fui aprendiendo ciertas cosas que te quiero contar. Algunas las aprendí de Trapito, otras de Chano y otras de mis propios aciertos y desaciertos. Espero te puedan servir en algo.
Si siempre queremos hacer todo de 10!, si siempre queremos que todo esté bien, si nunca queremos equivocarnos… entonces, claramente estamos obsesionados, porque siempre queremos que las cosas salgan de una determinada manera: perfecta.
La perfección no es más ni menos que otra obsesión, y por lo que les conté anteriormente sobre las obsesiones en "La ACCIÓN como antídoto" , tarde o temprano, muy posiblemente generarán un problema. Sin embargo, el problema no termina ahí, es un doble problema, dado que se está persiguiendo algo que no existe.
La perfección no existe, es una ilusión. No hay nada más maravilloso que “equivocarnos”, dado que nos da cuenta que estamos accionando, que estamos actuando. Si no actuáramos, nos quedaríamos siempre en el mismo lugar, sin avanzar, repitiendo las mismas opciones conocidas, justamente, para no equivocarnos, para no fracasar. Es decir, estaríamos totalmente fijos en el mismo lugar, sin posibilidades de aprendizaje... claramente obsesionados.
Por eso, nos invito a que salgamos de la repetición obsesiva, a que nos animemos a actuar, a cometer “errores”, a salir de la zona de confort… a vivir... que la vida es cambio, dinamismo y acción.
Una noche me quedé hasta tarde charlando con Trapito y me contó algo relacionado con lo que les acabo de contar. Me dijo algo más o menos así:
"El problema más evidente, porque debe haber varios, que produce la aspiración a la perfección (el perfeccionismo), es la sobreexigencia. Si somos perfeccionistas, siempre querremos que las cosas salgan perfectas, y por ende, siempre estaremos sobreexigidos para lograr que así sea. Corriendo, presionando, empujando cada vez más para logar que todo salga perfecto. ¡Y eso es agotador!
Una cosa es querer que las cosas salgan bien, eso es saludable, pero otra cosa es querer que salgan perfectas. En ese círculo nunca alcanza lo que hagamos, siempre habrá algo que no hicimos o que no salió tan bien como queríamos. Siempre habrá algo por lo cual nos sintamos disconformes.
La idea es mirar el vaso medio lleno y no medio vacío, lo cual, para el perfeccionista, es una tarea imposible de lograr. Igualmente, querido Hera (me llamaba así cariñosamente), hay que saber diferenciar, entre el perfeccionista y el que aspira a la excelencia. El primero sufre con cada “error”, mientras que el segundo lo bendice y aprende de él."
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