- Chano: Interesante. Lo debo haber escuchado unas mil veces. Nada nuevo Heráclito, ¿a dónde vas con todo esto? - Heráclito: Otra vez vos y tu impaciencia... dame 3 mins y te cuento. Está bueno! Posta!
Ahí estoy yo, jugando como un campeón con Teddy, el peluche que me acababa de regalar Chano. Mi corazoncito me decía que corra, juegue y zamarree a Teddy para todos lados. Sin embargo, mi mente no estaba tan de acuerdo: ¿qué tal si lo rompía?, o peor aún, ¿qué tal si me tropezaba y me quebraba el pescuezo de tanto brincar y brincar?
¿Qué creen que hice? Definitivamente lo que se me cantó, obviamente ¡jugar como un desaforado!... era demasiado chiquito como para andar escuchando a mi mente temerosa 😂😂😂.
"Tanto, tanto, escuché a mi mente, que al final no hice nada".
Así como se dijo en varios posteos anteriores, como en "El sufriMIENTO se origina en el pensaMIENTO" y en "Todos los problemas provienen de Obsesiones", el miedo tiene su origen en la mente, en los pensamientos. Si no pienso, o solamente pienso en lo que estoy haciendo (es decir, me mantengo en estado presente), no puedo tener miedo, no puedo sufrir emocional y/o psicológicamente.
Si estoy en estado presente, escuchando a mi corazón, a mi hemisferio derecho del cerebro (emociones, intuición, percepción, confianza, fé), fluyo armoniosamente, sin miedo, viviendo momento a momento, siguiendo mi deseo, mi pulsión y, por consiguiente, disfrutando el proceso.
Mientras que si escucho más a mi mente, la que necesita de resultados, lograr objetivos, alcanzar metas, sólo voy a alegrarme si logro dichos objetivos, si alcanzo dichas metas, y, en consecuencia, en esos momentos, me dará una felicidad efímera, volátil, que "dura menos que un Carnaval". ¿Por qué? Porque la mente, pilla, inmediatamente me va a proponer una nueva meta que alcanzar, un nuevo objetivo que lograr, llevándome de vuelta al modo "Goal on!", poniéndome la zanahoria, una vez más, en frente de mi nariz.
Chano: Oooookkkkk!! A ver si entendí bien... Si sigo a mi corazón, me sentiré feliz por más tiempo, dado que lo experimentaré durante el proceso. Mientras que si sigo a la mente, los momentos de felicidad serán efímeros, sólo cuando logre lo que me proponga, y por muy poco tiempo.
¿Es así Pajarillo?
Heráclito: Siiiiii!! Muy bien Chano!! Vas aprendiendo!! Guau! Guau!
Chano: Entonces... ¿siempre tengo que seguir a mi corazón?
Heráclito: ¡Por supuesto que no! Sólo la mayoría de las veces 😃. En otras ocasiones, hay que escuchar a la mente. El miedo, que se origina en la mente como dijimos, nació prehistóricamente como un "instinto de supervivencia".
A veces, el hombre prehistórico se encontraba con amenazas reales (como tigres dientes de sable 🐯, ponele) y automáticamente surgían 3 opciones: huir, pelear o paralizarse. El miedo lo preparaba para todas ellas, dado que tensaba los músculos para huir o pelear, generaba cortisol para estresarse y prepararse aún más, etc., algo totalmente útil para ese momento. Seguramente van a pensar que paralizarse nunca era una buena opción, pero, ¿qué tal si se encontraba con una víbora?
Chano: Esaaaaa. ¡Aguante el miedo!
Heráclito: No sé si para tanto Chano. Lo que sí te puedo decir es que todas las respuestas y mecanismos que tienen los perros, y más aún los seres humanos, tienen una razón y un propósito, que si son utilizados cuándo y cómo corresponde, son muy beneficiosos en muchos sentidos.
Chano: Pará! Pará! Se me ocurre una mejor!! ¿Qué tal si nos proponemos metas que deseemos alcanzar y vamos disfrutando el camino mientras tanto? Es decir, alinear la mente (la ejecutora), con el corazón (el guía)... ¡Disfrutando el proceso y los resultados!
Heráclito: ¡Estaríamos tocando el cielo con las manos! ¡Es lo que todos los perros y todos los seres humanos del mundo, supongo (?), quisieran lograr! Guauuuuuuuu!!
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